En otros lugares, donde los campos de este juego carecen de
anillos-marcadores, se cree que el ganador se decidía por el equipo o jugador
que ganara líneas en la cancha hasta acorralar al adversario (como el fútbol americano). El número de los jugadores varia y en ocasiones los
jugadores usaban “raquetas” o bastones. Se protegían el pecho y la cabeza,
evitando los fuertes golpes de la pelota. El juego podía durar día y noche y no
hay fuentes históricos donde se hable del sacrificio humano o donde el vencedor
era decapitado.
Algunos historiadores estiman que el jugador que perdía la
vida era, en realidad un prisionero de guerra, obligado a jugar por los
victoriosos. Este jugador-prisionero de guerra débil, cansado y con heridas
perdía el juego, era sacrificado y formaba parte de un rito de fertilidad pues
iba a un paraíso. No siempre este juego terminaba en sacrificios humanos, pues
se hacían apuestas y lo perdido era solo lo apostado (según fuentes históricas
aztecas). En algunos campos mayas de Guatemala y Honduras el Jugador que vencía
perseguía a los asistentes ya que por regla tenía derecho de despojarlos de las
pertenencias que más le gustaban.
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